Tenemos que aceptar nuestros límites. E incluso estar orgullosos de ellos. Hoy en día es más importante la armonía que la superación personal, porque estamos enfermos de querer más. Así que bienvenidos sean mis fallos. Esta aceptación de mis límites me dará paz mental. Se trata de una especie de ecología mental.
Rafael Santandreu. El arte de no amargarse la vida.
En nuestro mundo postmoderno es importante buscar la armonia: la armonía interna, la armonía con los demás, la armonía en los negocios. Porque una empresa y un empresario no siempre tienen como objetivo ganar dinero. Eso es como decir que el objetivo final de un ser humano es respirar porque es lo que necesita para vivir… una concepción reduccionista.
Es normal, sobre todo en España, que se confunda el marketing con las ventas y con una pseudodefinición que habla de crear necesidades. Nada más lejos de lo que es o lo que puede ser el marketing. El mal de muchas empresas en nuestro país es precisamente este: una incapacidad de mirar al largo plazo y de aplicar un marketing estratégico y limitarse a pseudoplanes comerciales cortoplacistas, primar las ventas sobre el marketing, que equivale a primar la empresa sobre el mercado. Los de marketing son los del traje y los excels, obsesionados por hacernos consumir más para del satisfacción del empresario y su malvado inspirador el Capital.
Sin embargo, el marketing es según Kotler «el proceso social y administrativo por el que los grupos e individuos satisfacen sus necesidades al crear e intercambiar bienes y servicios», un proceso preocupado antes por el mercado que por la empresa. Y desde luego el marketing puede (y debe) ser sostenible.
Con el siglo XXI y sobre todo a raíz de la crisis sistémica de nuestra sociedad consumista occidental, nace lo que denominamos marketing sostenible, lo que podíamos llamar un marketing ecológico que pretende, más que superar los límites productivos y económicos de la empresa, lograr la armonía con sus públicos.
No se trata de producir más, ni más barato, ni hacer que nuestros clientes compren más de lo que necesitan. Estamos dejando atrás la sociedad industrial y en la sociedad del conocimiento lo que busca la empresa es la generación de un valor añadido a las actividades propias de las mismas, un valor añadido que será responsable, entre otras cosas, de incrementar su competitividad frente aquellas compañías de su sector que siguen preocupadas en vender hielo a los esquimales.
El marketing sostenible es mucho más que ventas, es una función estratégica de la empresa que busca que la vinculación de esta con sus públicos (clientes, empleados, accionistas) esté basada en la confianza, en la complicidad y en la creación de valor, que sea una vinculación sana y beneficiosa para todas las partes y que pueda ser duradera. Es un marketing en el que el cliente tiene nombres y apellidos y en el que la RSC es algo más que un documento firmado por una auditoria.
Y como la cabra tira al monte, diré que en este contexto las redes sociales cobran todo su valor: se convierten el un canal eficaz para establecer relaciones con estos públicos, yendo más allá de la obsesión por los fans y por las ventas, con la firme convicción de estar construyendo algo que merece la pena. Si nosotros sólo queremos vender, nuestros «fans» sólo querrán ganar nuestros concursos. Si nuestro seguidor en Twitter no es capaz de saber porqué nos sigue, es normal que en su próxima «limpieza» nos deje de seguir. Si censuramos las críticas, nunca más se molestarán en ayudarnos a mejorar. ¿Por qué debería ser de otra manera?
En estos primeros días del año, nos deseamos unos a otros un próspero año nuevo pero… ¿qué queremos decir con próspero? Reflexionemos sobre nuestras frases echas, es la mejor manera de cuestionarnos a nosotros mismos y llamemos a las cosas por su nombre.
No, en 2012 marketing no es vender.
No, en 2012 las empresas no desean vender más.
La prosperidad es otra cosa, la prosperidad es armonía.