Mi primer honoris causa
El viernes estuve en mi primera ceremonia de investidura de «Honoris Causa» en la Universidad Pontificia de Salamanca. Fue una experiencia interesante acercarme a un evento tan solemne que se celebra en latín, un acto en el que se escenifica la concesión de la máxima distinción que una universidad puede conceder. Además, en este caso, en un entorno mágico como es el Aula Magna de mi universidad.
Aunque la historIa de estos títulos está ensombrecida por una parte por una excesiva relación con el poder y la política, y algunas universidades se hayan visto salpicadas por escándalos y corrupciones, me parece interesante la figura de los honoris causa por la que la universidad se acerca a la sociedad reconociendo a personas que marcan la diferencia independientemente de sus titulaciones académicas y por la que además piden apoyo y ayuda al nuevo doctor y con ellos, a la sociedad para cumplir su compromiso con la sabiduría simbolizada por la diosa Minerva con la que el honoris causa se casa (si, esto también da para alguna reflexión).
En este caso además la ceremonia era doble: la Facultad de Informática proponía a Cesar Alierta, ex director de Telefónica y la Facultad de Comunicación a Juan José Almagro.
Juan José Almagro: un humanista en la empresa
Pero dejando la ceremonia a un lado, quería hablar del nuevo Honoris Causa propuesto por la Facultad de Comunicación: Juan José Almagro. Es una referencia en gestión del talento y en lo que se viene a llamar Responsabilidad Social Corporativa (RSC). Desarrolló toda su carrera profesional en Mapfre y ha sido vicepresidente de Unicef y de un puñado de fundaciones. Evangelizador incansable de la importancia de las personas y los valores en las empresas, ya sea a través de artículos y conferencias, libros o proyectos como Diario Responsable o Civicomm.
Ya comentaba en su presentación Ángel Losada, ejerciendo de padrino, que su visión va más allá de la responsabilidad social corporativa, que en la práctica es un concepto controvertido (en alguno de sus libros Almagro se lamenta de que aún siga siendo voluntaria). Y es que Juan José Almagro prefiere hablar de empresas responsables y apelar a la ética y los valores personales. Hay una frase que tengo apuntada de otra conferencia de Almagro y que me parece que resume su espíritu y su apuesta por la responsabilidad cívica: «Si tienes capacidad, asume la responsabilidad voluntariamente y con integridad». Es la respuesta al individualismo y el relativismo reinantes, a tantos para qué te metes,G a los tú sólo no vas a conseguir nada. Quisiera pensar que es una frase que me representa.
El discurso
Después de casi dos horas de ceremonia, la lección magistral que constituyó su discurso de agradecimiento nos consiguió enganchar. Veía a mis compañeros asentir entusiasmados por su visión humanista de la Universidad y la educación, de su papel clave para que la empresa y el ser humano salga reforzado de esta encrucijada de caminos que es la sociedad que nos ha tocado vivir en la que «la Razón vuelve a estar en crisis». Un siglo XXI convulso y amenazado por los populismos en el que «los humanos, más que aprender a relacionarnos, a conocernos y a informarnos, nos conectamos».
En este contexto la comunicación se vuelve vital, «Comunicar, y esa es la principal responsabilidad del dirigente/líder, es conseguir que todos se involucren y participen en el proyecto común». De la sociedad líquida de Bauman Almagro extrae un «síndrome de la impaciencia» que nos hace confundir progreso con aceleración y educación con tablets, como señalaría más adelante. El poder de las empresas y su falta de orientación al bien común han defraudado a los ciudadanos, que piden que estas se reformen, ya que las instituciones no existen sin hombres y mujeres. Por eso «estamos en una nueva Era de la Responsabilidad Social y los ODS (objetivos de desarrollo sostenible) son nuestro inexcusable horizonte común».
Otra perla del discurso: «Hemos construido una sociedad rabiosamente narcisista en la que, olvidando valores como esfuerzo, trabajo y decencia, los protagonistas son la fama efímera y superficial y la tolerada irreverencia, o un culto al dinero visiblemente obsceno para la inmensa mayoría». Para Almagro ante esta situación la solución está o debería estar en la educación, en la Universidad. En este mundo digital que estamos construyendo, la educación, el conocimiento, deberían ser estratégicos «ya que importan a toda la tribu».
Qué triste sería darnos cuenta de que la sociedad de la información se queda en bytes y datos, en redes y tablets y no se convierte en sociedad del conocimiento. Porque «sólo desde el conocimiento nos hacemos más libres, más humanos, más justos y mejores profesionales» y «la educación –conocimiento más reflexión–es el mejor bálsamo contra casi todos los males».
Este reconocimiento se le ha dado, como refleja la prensa, «por su producción intelectual y el desempeño de las responsabilidades directivas para el establecimiento de sólidos vínculos entre la comunicación estratégica y la conducta socialmente responsable de las empresas«. Yo añadiría que lo merece por trabajar desde la experiencia y la convicción para que el giro lingüístico que va de la responsabilidad corporativa a la empresa responsable signifique pasar del postureo a la convicción, del informe bonito al propósito, del departamento al trabajo por el bien común.
Nadie duda de que hay una profunda crisis del sistema capitalista. Pero el capitalismo parece un sistema que, como el conocimiento, está en crisis permanente, quizá por eso es tan capaz de sobrevivir; pero hay también –como decía Sábato–una crisis de concepción del mundo y de la vida basada en la deificación o idolatrización de la técnica y de ciertas explotaciones inhumanas. Hay que volver a la recuperación de los valores, de la ética limitadora de los descontroles, a la mejor Educación, la fuerza espiritual que hace grandes a personas y pueblos, y que debe liderar el cambio huyendo de privilegios, luchando contra la corrupción y ofreciendo verdadera igualdad de oportunidades.
Gracias, Doctor