«La sociedad civil será la que nos sacará de todo esto». Dos años después de que Bernardo Hernández nos dijera esta frase en la inauguración de Iniciador Salamanca y en medio de una semana tormentosa para la economía y la política española, el amigo Angel Benito, @albero lo recordaba:
De ese tweet surgió una interesante conversación en la que se apreciaban dos bandos (cómo nos gusta el maniqueísmo), que iban de la incapacidad del género humano en general y del español en particular de dejar a un lado sus intereses particulares o del peligro de que una autogestión lleve a una autarquía que nos empobrezca.
Nadie dijo que fuera fácil, pero para mi es claro que la revolución de la sociedad civil que toca es una revolución humana, de volver a confiar y a creer los unos en los otros como individuos y no en empresas, estados o instituciones. Por eso y porque los primeros pasos se están dando y son luminosos, he estado pensando y leyendo mucho últimamente sobre innovación social y trabajo compartido.
Creo que la innovación social, definida como la búsqueda de nuevas respuestas a los retos de nuestra sociedad mediante nuevas ideas, prácticas, sistemas y procesos es una necesidad en la situación actual, que va más allá de una crisis económica, se trata de un cambio de paradigma que hace que reinventarnos como sociedad se convierta en necesidad.
En la búsqueda de un nuevo modelo que responda a las necesidades de la sociedad de la información, buscamos construir un modelo de sociedad innovadora. Este nuevo modelo pone el acento en las personas, a las que se les ofrece distintas maneras de formar parte del modelo laboral. Surgen lugares que pretenden construir espacios que permitan vivir la innovación y la colaboración.
Actualmente la innovación social se encuentra entre la utopía y la búsqueda de un modelo sostenible. Hay quien lo considera simplemente una moda, un idealismo, y quienes estamos convencidos de que es el camino hacia el futuro. En España, el 90% de las empresas se sitúan en lo que llamamos microempresas, empresas de menos de 10 empleados. En estructuras donde no siempre hay lugar o tiempo para un departamento de I+D, la innovación social se convierte en clave para la competitividad de estas empresas, y de un modo más urgente, para su supervivencia y resilencia en tiempos difíciles.
Creo que es un camino duro, que exige un importante cambio de mentalidad, pero que a la vez es apasionante y necesario y sobre todo humano. Coincide además con un momento en el que las nuevas tecnologías no tienen ya nada de nuevas y por tanto, están preparadas para ayudarnos a conseguir cambios sociales profundos.
¿Utopía? Quizás. Y algunos dirán que por mucho que caminemos, nunca la conseguiremos alcanzar. Pero la utopía, existe para darnos razones para seguir mirando hacia adelante. Decía Galeano: ¿Para que sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar. Y, ¡vaya si necesitamos tener razones!
Para el que quiera saber más sobre este tema, os dejo un extracto de mi trabajo que espero que os resulte interesante.